Les voy a recordar un poema que terminó de escribirse dos minutos, un minuto antes de la muerte, por un muchacho de 22 años. Era en 1944, en la campaña de los aliados en Italia. Durante un bombardeo, preludio de un ataque, este soldado de 22 años está acurrucado en un hoyo de obús. Allí es visitado por Yahvéh y el joven, en el fondo de sí mismo, descubre su presencia.
Este muchacho era completamente ateo; su formación era técnica; no sabía nada de filosofía; había frecuentado ambientes libertinos donde había burla de Dios, y de allí irá derecho al cielo. Lo que el muchacho no recibió por enseñanza exterior, surgirá en él desde su interior y su poema contendrá su conversión y su bautismo de deseo.
Florin Callerand - Imagen Remy Elkoubi |
Si me hubiera dado el trabajo de ver todo lo que haces, habría comprendido que no se puede negar tu existencia. Me pregunto si querrás apretarme la mano; de todos modos siento que me comprendes.
Es curioso pensar que yo haya venido a esta situación antes de haber conocido tu rostro.
Dios mío, pienso que no tengo nada importante que decirte, pero estoy ciertamente feliz de haberte encontrado esta tarde, Dios mío.
Creo que la hora "H" tocará pronto, pero ya no tengo miedo desde que te siento tan cerca...¡La señal! he aquí que debo ir hacia mi Dios. Te amo mucho; quiero que sepas eso. Mira, ahora será una batalla terrible. Quien sabe si llego a tu casa esta noche. Aunque antes yo no tenía amistad contigo, me pregunto si no me vas a estar esperando. Mira, estoy llorando, corren lágrimas. ¡Oh, si te hubiese conocido mucho antes! ¡Oh!, debo partir ahora, Dios mío. Es extraño; desde que te conozco, no tengo miedo de morir".
El soldado dobló su papelito, lo metió en su libreta, y su libreta en el bolsillo. Sale de su escondite y es muerto inmediatamente por una ráfaga de ametralladora. Cae completamente vivo en los brazos del Dios vivo. Y bien, esto es lo que pasa en la muerte de todo hombre. La primera persona que se encuentra es Él, Yahvéh; oh, ya te ví.
P. Florin Callerand
Busque la verdad. Las virtudes no existen sin Cristo. Aunque lo niegues mil veces, creerás que Jesús está ahí.
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