Aún sin sufrir las torturas físicas de Jesús, sobradamente sufrió María en su corazón porque amaba. Y es propio del amor sufrir por el amado. A quien no ama no le importa nada. Pero nadie fue tan fina para amar como María, precisamente por ser Inmaculada. Nadie pues, ha sufrido tanto como Ella, después de Jesús, y todavía hoy "su corazón se estremece de dolor y llora por los horrores del mundo actual, por la locura de los pueblos que forjan ellos mismos las armas de destrucción, por la ingratitud de sus hijos". Todo esto está profetizado por Simeón: "A Ti una espada te traspasará el alma" (Lucas 2,35). Nótese bien que Simeón no dice: La espada te atravesará el cuerpo, sino el Alma. El destino de María, por ser corredentora como nueva Eva, era sufrir en el Alma.
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Si María no sufrió en el parto, sufrió por la dolorosa negación de un nido para su adorado niñito: "No encontraron posada" (Lucas 2,7)
Había sufrido bastante cuando José, ignorando el milagro de su maternidad, "Resolvió repudiarla en secreto" (Mateo 1,19).
Sufrió María la forzada huida a Egipto "porque Herodes buscaba al niño para matarlo" (Mateo 2,13).
Obedeciendo las últimas palabras de Jesús en la cruz, María acepta una nueva, larga, más universal, más dolorosa maternidad: la de ser Madre Espiritual de cada uno de nosotros. Hasta que no sea salvado el último hombre al final de los tiempos, su corazón de madre no podrá descansar.
María, es el camino mas corto y seguro para llegar a Jesús. "Inténtalo"
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