Al tercer día me perdí, llegué a una cabaña; pedí hospitalidad. Sea usted bienvenido, llega a tiempo oportuno para cenar. La sencilla mujer me hizo entrar; el marido corroboró la invitación; el matrimonio era pagano. Durante la cena noté una extraña turbación en los hospitalarios amos, que vino casi a interrumpir la conversación; les pregunté qué les pasaba. Me contaron que su anciana madre se hallaba en cama, a causa de una grave enfermedad, sin esperanza de salir de ella con vida.
Monseñor Bermyn, Vicario Apostólico de Mongolia Oriental, es el protagonista que no hace muchos años contaba este hecho. Luego me introdujeron a la habitación de la enferma ¿Es usted el Ministro del Señor del Cielo?
La pregunta era ansiosa.
- Eso precisamente.
- Lo esperaba - dijo ella.
Y se puso a hilvanar su historia.
- Yo nunca fui enemiga de ustedes.... los quiero. Hace más de cincuenta años ... vivía muy lejos...., allá abajo (señaló con la mano temblorosa y nombró el sitio), fui muy amiga de una joven cristiana....
Al separarnos, me aconsejó: "....Reza siempre .... esa oración a la Señora del Cielo ...., no te dejará morir .... sin ser bautizada.....; luego nos veremos las dos .... en el cielo....."Todo eso es verdad..... todo....Anoche vino .... La Gran Señora....., qué bella, cariñosa......dijo: "Hija, buen ánimo...... que te traeré un ministro del Señor...... te administrará el santo bautismo ....., "Usted es ese.
Santa María. Imagen Aciprensa |
La escuchaba atento y conmovido; le hice preguntas sobre las verdades principales de la fe, y hallándola suficientemente instruida, la bauticé. Pocas horas después la anciana volaba al cielo. Su perseverancia en invocar a la Señora, La Santísima Virgen María, le ganó la fe y el cielo.
Que testimonio tan hermoso de Monseñor Bermyn. La oración constante y sincera rompe barreras y allana los caminos.
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