lunes, 7 de agosto de 2017

Cayetano, vente conmigo que mi Hijo te espera.

San Cayetano nació en Vicenza, (Italia). Era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. Obtuvo dos doctorados: distinguiéndose en Teología y doctorándose en derecho civil y canónico.

A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración. Vivió no solo como un santo venerable, sino como un ejemplo de vida cristiana.

San Cayetano. Imagen Aciprensa
Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor Jesucristo, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús y por eso en los cuadros e imágenes, lo lleva en sus brazos.

Amaba muchísimo al Niño Jesús y por los méritos de su infancia le pedía los favores que necesitaba.


Fundó la comunidad de los Padres Teatinos para que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles.

Un día en la casa de San Cayetano no había nada para comer porque había repartido todos sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: "Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer". Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.

Una extraña enfermedad lo obligó a recostarse en la cama. El Santo pidió los sacramentos para poder morir en paz. Lloró por sus pecados, besó por última vez la imagen de Cristo en la cruz y antes de cerrar sus ojos para siempre, la Virgen María, de quien fue un gran devoto, le dijo llena de dulzura: Cayetano, vente conmigo que mi Hijo te espera.


Glorioso protector mio San Cayetano; alcanzadnos de esta bondadosa Madre que la invoquemos en todos los instantes de nuestra vida y de este modo Ella nos asista ahora y en la hora de nuestra muerte.

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