sábado, 23 de septiembre de 2017

Llevaba en su cuerpo las cinco heridas de Jesús Crucificado

Este personaje extraordinario, es el Padre Pío de Pietrelcina, nacido el 25 de Mayo de 1887, muerto el 23 de Septiembre de 1968, y declarado Santo por el papa Juan Pablo II en el año 2002. Es el místico, el estigmatizado, el que leía las conciencias. Un capuchino pobre que manejó millones de dólares en favor de los pobres. Un religioso muy obediente, pero incomprendido por muchos de sus superiores. Un profeta que hablaba en nombre de Dios y anunciaba hechos del futuro.

Imagen Aciprensa
Una vida semejante a la de Cristo, y un retrato de la vida de San Francisco de Asís. En él se cumplía lo que decía San Agustín: "La característica de los santos es que tienen un inmenso temor de hacer, decir, pensar, o desear lo que pueda disgustar a Dios". Dios le concedió a este santo sacerdote la gracia muy especial de leer las conciencias, para que así pudiera ejercer mejor el oficio de confesor y lograr hacer mayor bien a las almas.

Primero cúrese usted. Llegó un angustiado padre de familia a pedirle que rogara por la curación de su hija, pero el Padre Pío le respondió: "Antes de buscar la curación de su hija, lo que debe tratar de conseguir es la curación de usted mismo"Padre, yo no tengo ningún mal. Yo estoy bien de salud. Eso es lo que usted se imagina, pero la salud de su alma está terriblemente dañada. En su vida pasada veo  por lo menos treinta y dos pecados graves que usted tiene sin perdonar. Confundido, avergonzado, no sabía aquel hombre dónde fijar sus ojos. Luego cayó de rodillas confesándose humildemente con el santo y en adelante su vida se transformó por completo y narraba el hecho a la gente diciendo: "Pero si ese Padre lo sabía todo".

"¿Por qué la gente es tan desagradecida con Nuestro Señor, que es tan bueno y generoso con todos? Sufro mucho por los pecadores y siento que muchos de ellos a pesar de todo lo bueno que es Dios, no quieren aceptar su salvación". Padre Pío

jueves, 14 de septiembre de 2017

Milagrosamente no se quemó, crucifijo de madera

Señor de los Milagros de Buga - Imagen Aciprensa
En la fiesta del Señor de los Milagros de Buga, ciudad colombiana, recordamos aquella mujer sencilla y piadosa que trabajaba de lavandera y ahorraba dinero, con el fin de comprar una imagen de Jesús Crucificado para rezarle todos los días. El día que iba a llevarle el dinero a su párroco para que le consiguiera la imagen, pasó junto a ella llorando un honrado padre de familia a quien iban a meter a la cárcel porque debía dinero y no tenía con qué pagarlo. La buen mujer se conmovió de aquel hombre, y le dió lo que tenía ahorrado. Aquel hombre, lleno de alegría y agradecimiento, le deseo que Dios la bendijera y le ayudara en sus labores diarias. La mujer siguió lavando ropa en el río para reunir de nuevo el dinero y poder comprar la imagen hasta que un día, entre las aguas del río, observó un pequeño crucifijo de madera, que tomó entre sus brazos y lo llevó a su choza para venerarlo.

Una noche, la mujer escuchó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen; averiguando lo que pasaba se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente. Sorprendida por este acontecimiento le avisó al párroco, quien, al no encontrar una explicación lógica, confirmó que era un milagro. La gente empezó a venerar la imagen, pero la arañaron para llevarse trocitos como reliquias, lo que condujo al deterioro del crucifijo. Tiempo después, un visitador eclesiástico ordenó quemar la imagen desfigurada, pero milagrosamente no se quemó, sino que empezó a sudar y la gente empapaba algodones en el sudor y quedaban sanados.

Construyeron un templo para la adoración de Nuestro Señor, quien concedía bendiciones a aquellos que le pedían salud, tranquilidad y paz.

El Papa Pío XI proclamó que al templo dedicado al Señor de los Milagros de Buga le concedía la dignidad de "Basílica" para que a Colombia y a los peregrinos, otorgara milagros según la voluntad de Dios.

Jesús dijo a sus discípulos: "Hagan el bien sin esperar nada; tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sean compasivos como su Padre es compasivo;  den y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que usen, la usarán con ustedes". (San Lucas 6, 27-38)

viernes, 8 de septiembre de 2017

Natividad de la Santísima Virgen María

Natividad de la Virgen María - imagen EWTN
La Santísima Virgen María, hija de San Joaquín y de Santa Ana, esposa de San José y madre de Jesús. Según la doctrina de la Iglesia Católica, María fue desde el primer instante de su concepción por privilegio único, exenta del pecado original, por consiguiente no conoció los dolores de parto, ni de enfermedad física, ni la separación entre cuerpo y alma en la muerte, porque según San Pablo recuerda a los Romanos en (5,12), es "por el pecado que entró en el mundo la muerte".

María, criatura hecha como un espejo transparente donde  el Espíritu Santo se refleja, es la única persona exclusivamente humana que es perfecta; la hizo con todas las cualidades y adornada con todos los dones.  María es la belleza divina humanizada, es hermosa con la hermosura de la pureza, con la hermosura del amor, la verdadera mujer ideal y real, sin la más mínima turbación como acontece en todas las demás criaturas, Inmaculada, es decir inocente, sorprendente. ¿No es para nosotros un modelo inspirador?

Que de ninguno de nosotros se digan estas tristes palabras: "¡Vivió sin haberla amado! ¡Murió y no podrá ir a verla! Evitémolo. Hagamos una buena confesión, asistamos a la Sagrada Eucaristía, comulguemos, oremos el Santo Rosario y hagamos buenas obras; porque la fe sin obras es muerta.