Señor de los Milagros de Buga - Imagen Aciprensa |
En la fiesta del Señor de los Milagros de Buga, ciudad colombiana, recordamos aquella mujer sencilla y piadosa que trabajaba de lavandera y ahorraba dinero, con el fin de comprar una imagen de Jesús Crucificado para rezarle todos los días. El día que iba a llevarle el dinero a su párroco para que le consiguiera la imagen, pasó junto a ella llorando un honrado padre de familia a quien iban a meter a la cárcel porque debía dinero y no tenía con qué pagarlo. La buen mujer se conmovió de aquel hombre, y le dió lo que tenía ahorrado. Aquel hombre, lleno de alegría y agradecimiento, le deseo que Dios la bendijera y le ayudara en sus labores diarias. La mujer siguió lavando ropa en el río para reunir de nuevo el dinero y poder comprar la imagen hasta que un día, entre las aguas del río, observó un pequeño crucifijo de madera, que tomó entre sus brazos y lo llevó a su choza para venerarlo.
Una noche, la mujer escuchó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen; averiguando lo que pasaba se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente. Sorprendida por este acontecimiento le avisó al párroco, quien, al no encontrar una explicación lógica, confirmó que era un milagro. La gente empezó a venerar la imagen, pero la arañaron para llevarse trocitos como reliquias, lo que condujo al deterioro del crucifijo. Tiempo después, un visitador eclesiástico ordenó quemar la imagen desfigurada, pero milagrosamente no se quemó, sino que empezó a sudar y la gente empapaba algodones en el sudor y quedaban sanados.
Construyeron un templo para la adoración de Nuestro Señor, quien concedía bendiciones a aquellos que le pedían salud, tranquilidad y paz.
El Papa Pío XI proclamó que al templo dedicado al Señor de los Milagros de Buga le concedía la dignidad de "Basílica" para que a Colombia y a los peregrinos, otorgara milagros según la voluntad de Dios.
Jesús dijo a sus discípulos: "Hagan el bien sin esperar nada; tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sean compasivos como su Padre es compasivo; den y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que usen, la usarán con ustedes". (San Lucas 6, 27-38)
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