Un misionero de la India preguntó a un viejo pagano "Si roba dinero, ¿comete pecado?"- "Claro está", respondió "Y si alguno mata a otro, ¿comete pecado?"- "¡Ciertamente!".... Así iba el misionero pasando revista a los mandamientos y dijo después maravillado: "Has sabido todas las leyes de Dios, ¿Quién te las enseñó?" El hombre interrogado, que era de condición humildísima y no sabía leer ni escribir, sin dudar un momento contestó: "Dios". Pero Dios nunca les ha hablado", dijo el misionero. Entonces el viejo, señalando el pecho dijo: "Aquí dentro, aquí dentro". Es decir, en palabras de San Agustín: "La voz de la conciencia, la voz de Dios."
Imagen: Foros de la Virgen |
La conciencia es la escritura eterna de Dios en el fondo de nuestra alma, el guardián de la ley moral puesto en el núcleo más secreto y el santuario más íntimo del hombre. Y esta voz......¡cómo ordena! No se deja vencer ni derrotar. No adula, exige. No suplica, manda. No conoce más que un modo de hablar: ¡haz esto! ¡no hagas aquello! Ningún poder ni ninguna amenaza son capaces de suprimir la voz de la conciencia: persiste inextirpablemente en el alma del hombre y siempre habla; no se le puede callar, ni siquiera en la hora de la muerte. Cuando ésta se acerca, también se agiganta la conciencia del hombre, como ángel de luz o ángel de venganza.
En todo lo que dice y hace el hombre está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. La iglesia está para iluminar la conciencia. Asistamos a la eucaristía por lo menos los domingos, a grupos de oración, leamos la Sagrada Biblia y oremos frecuentemente. Este mundo anda mal con tanto pecado y maldad.
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