sábado, 15 de julio de 2017

Dios escucha

El fariseo y el publicano. (Del Evangelio de San Lucas 18,9-14)

A propósito de algunos que se sienten seguros de sí mismos por creerse a paz y salvo con Dios y desprecian a los demás, dijo Jesús esta parábola."Dos hombres subieron al templo a orar, uno era fariseo y el otro publicano.

El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano que está allí. Ayuno dos veces por semana, doy la décima parte de todo lo que tengo."

El Fariseo y el Publicano - Imagen ec.aciprensa
El publicano en cambio, se quedaba atrás y no se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "Dios mio, ten piedad de mi que soy un pecador". Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque todo hombre que se hace grande será humillado, y el que se humille será hecho grande.

El fariseo de ayer y de hoy es el mismo. Un hombre satisfecho de sí mismo, se cree siempre con la razón, posee la verdad, juzga a todos, tiene las manos limpias porque no roba, no mata, no se siente cómplice de ninguna injusticia. Por eso exige siempre a los demás cambiar, renovarse y ser más justos, pero siempre los otros, él nunca.

El fariseo de la parábola solo ve pecado en el publicano. A decir verdad en esta mundo, a excepción de la Santísima Virgen, todos somos pecadores, aunque solo sea por nuestra pasividad, o por nuestra indiferencia. Y todos debemos decir con el publicano: "Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador".


"La oración del humilde las nubes atraviesa"

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