Beata Magdalena de Albrizzi - Imagen Aciprensa |
Mientras que peregrinemos sobre la tierra podemos disponer de nuestra vida, permanecer en estado de gracia, abrazar la cruz y servir a Dios, en una palabra: hacernos "Santos como El Padre del Cielo es Santo". Podemos, también, aburrirnos de todo esto, irnos de la "casa del Padre", como el hijo pródigo, en pos de placeres y convertirnos en unos rebeldes....Pero, tengamos en cuenta lo siguiente: en la hora de la muerte se acaba nuestra libertad. Cada uno, "entonces", pagaremos eternamente las consecuencias de nuestra elección.
La beata Magdalena Albrizzi recibió un día la visita de un pariente suyo que llevaba vida escandalosa, y se echó a llorar. Extrañado el caballero, le preguntaba la causa, y ella contestó: "Lloro tu muerte" -"No estoy muerto, replicó él, sino muy vivo y muy sano, ni creo tener enemigos que me busquen para matarme".....Mas sin dejar de sollozar y de suspirar, insistió la beata: "Lloro la muerte de tu alma".
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