La leyenda de Alfonso Lara Castilla, que cuenta la vida de un águila. Un señor encontró en un valle un huevo de águila y lo llevó al gallinero. Del huevo salió un aguilucho que se arrastraba por el gallinero, con el vuelo raso y entre el estiércol.Hasta que un día el aguilucho, convertido ya en águila, reconociendo sus capacidades, salió del gallinero, consiguió abrir sus alas, volar por los cielos y alcanzar su propio lugar, la cima de la montaña.
Así sucedió con Agustín, (hoy San Agustín), quien se arrastró por su propio cautiverio durante su juventud, hasta que conociendo sus capacidades, como el águila, aprendió a volar alto. Voló tan alto que se le conoce como el "Águila de Hipona".
Como le pasó al águila en el gallinero, y a Agustín en su juventud, pasa con ciertos jóvenes con espíritu de dependencia, de conformismo, de mediocridad, en una actitud de espera, que se ven presos y arrastrados, sin utilizar sus facultades y talentos. A veces, los jóvenes sacrifican sus ideales, por los beneficios de una engañosa y pasajera seguridad.
Muchos jóvenes desperdician y derrochan todos los dones que les fueron otorgados y aún así creen estar viviendo; trabajan, gozan, sufren, intentan amar, pero no luchan por la vida, solo vegetan y se sienten vacíos. Por eso, hemos de preguntarnos: ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi naturaleza? ¿Por qué he tenido miedo de enfrentarme a la vida? ¿Por qué me he dejado arrastrar hasta llegar a ser un mediocre?
¿Por qué vuelo bajo como una gallina y no alto como un águila?
Es por el autoconocimiento que el joven puede tomar conciencia de sus facultades y volar alto.