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El milagro de la mula. Fresco de Gerolamo Tessari. |
Se trata, en efecto,del caso, históricamente cierto y bien documentado, de una mula que se arrodilló al pasar el ostensorio o custodia con la Hostia Santa. En la Basílica de San Antonio, en Padua, Italia, se expone un cuadro famosísimo que representa al gran San Antonio y a una mula arrodillada ante una blanca Hostia Consagrada. San Antonio de Padua era tan santo, predicaba tan maravillosamente, hacía tantos y estupendos milagros que todas las gentes corrían tras él.
Aquella tarde hablaba de la presencia real de Jesucristo en la Divina Eucaristía. Lo demostró con tan fuertes argumentos, que todo el pueblo cayó con más fervor que nunca de rodillas ante la blanca Hostia, fachada Purísima detrás de la cual se oculta la Majestad Divina. Solo uno permaneció en pie. Solo uno decía que él no creía aquellas cosas, solo uno afirmaba que él no se arrodillaría nunca ante un pedazo de pan.
Se acerca a él San Antonio, y pretende convencerle con su poderosa palabra. El impío hereje lo corta secamente y le dice: "Fray Antonio, no se canse conmigo. El día que mi mula se postre de rodilla ante esa Hostia, yo haré lo mismo. Antes no. Adiós. No tengo más que decir. La última palabra la tiene mi mula." Hermano replicó al punto el santo tu mula adorará al Señor. Pero tú, entonces, tendrás que caer de rodillas ante el sacerdote de Dios para implorar perdón de tu insolencia y de tu ceguera." "Trato hecho", le contestó el otro.
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Imagen Heraldos del Evangelio Basílica de San Antonio de Padua |
San Antonio se fue a rezar, confiando en Dios. El hombre, por su parte burlón y triunfador, se iba por todas las casas contando como había cerrado la boca a aquel predicador. Inspirado por Dios, San Antonio citó a la mula y su dueño frente a la catedral, para tres días después y profetizó que allí aquel bruto animal más sensato que muchos hombres, adoraría la blanca Hostia de la Eucaristía.
Llegó el momento esperado. La mula al acercarse al ostensorio. levantó la frente como si quisiera mirar la blanca Hostia y luego bajó la cabeza, permaneció inmóvil, y lentamente dobló las rodillas. Permaneció así en reverente actitud hasta que San Antonio exclamó: "Levántate, animalito de Dios, y caigan de rodillas los creyentes hijos de Jesucristo. El primero que se acercó y cayó de rodillas, temblando y llorando fue el hereje. Y todo el pueblo, loco de entusiasmo con el milagro que acababan de contemplar, bendecía y alababa al Señor.
Fue profetizado por San Pablo cuando escribió a los Filipenses en 2,10: "Que en el nombre de Jesús toda rodilla se doble".