¡Cuántas amarguras había causado a mi Corazón Divino aquella mujer joven con sus escándalos! Pero un día aquella pobre infeliz abrió los ojos, entró en sí misma y se postró a mis pies. No me dijo nada,solamente lloró. Eran lágrimas de arrepentimiento y de amor.
En un instante borré de aquella alma una vida de pecado, le di mi gracia y olvidé todo. No le eché en cara nada de su pasado y se convirtió en mi predilecta.
Sacerdotes e hijos míos, caídos o enfriados en mi amor, ¡Venid a Mi como María Magdalena! Olvidaré todo, os daré gracias de predilección y os transformaré como transformé a Agustín!
¡Quien tiene oídos ....que oiga!
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