martes, 2 de agosto de 2016

Transfiguración del Señor

Transfiguración de Cristo - óleo de Giovanni Bellini
San Marcos 9,2-10 nos dice que Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y los llevó aparte y los invitó a subir al cerro a orar, y mientras estaban orando, Jesús se transfiguró delante de ellos. Sus ropas se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo sería capaz de blanquearlas de ese modo. Y se les aparecieron Moisés y Elías, los cuales conversaban con Jesús.

¿Quién es Jesús? Ya lo proclamó Pedro: "Tú eres el Cristo", pero ahora quien da la respuesta es el Padre. "Jesús es el Hijo Amado, es el Elegido, o sea, el Salvador anunciado por los profetas" (Isaías 42,1- Hebreos 1,1).

Siempre que encontremos en un texto bíblico la escena de que alguien sube al monte, significa ir al encuentro de Dios. Y aquí, la expresión ir al encuentro con Dios no significa que Dios se va a aparecer en la figura de una persona de carne y hueso y que va a hablar con nosotros como lo hacemos los humanos, que hablamos, que tocamos, que sentimos la presencia física del otro. Ir al encuentro con Dios significa ir a hacer oración, para experimentarlo en nuestras vidas.

Jesús se llevó a tres de sus discípulos, porque quería que hubiese testigos oculares de lo que puede hacer la oración. Cuando oramos con fe, con un corazón sencillo, abierto y disponible, nuestra vida se transforma. Jesús se transfiguró porque era Dios. Nosotros no nos transfiguramos pero sí nos transformamos por medio de la oración. Nos transformamos en personas más cercanas, más amorosas, más serviciales y más bondadosas.

Encontrar a Dios es buscarle sin cesar.

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