Es una historia bella, conmovedora, maravillosa y verídica de una jovencita de 11 años que se consumió de amor por el deseo de poder hacer su primera comunión. Imelda sentía un inmenso amor por Jesús en la Sagrada Eucaristía. ¡Cómo ansiaba recibir la comunión!. Pero las leyes de aquel tiempo no lo permitían hasta la edad de 12 años.
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Beata Imelda orando |
Desde pequeñita sobresalía por su excepcional piedad y profunda espiritualidad, impropia de su corta edad. Solo anhelaba vivir y dedicar su vida a Dios. Encantadora y hermosa, Imelda era una gran alegría para sus padres, mas las cosas del mundo no tenían atracción para ella. Pasaba largos ratos en profunda oración.
A la edad de 9 años consiguió permiso de sus padres para ir a vivir con la monjas dominicas de Santa María Magdalena. Sus padres no quisieron negarle este favor a una hija tan visiblemente favorecida por Dios. Imelda encontró entre la monjas una nueva familia. Siendo la más joven en la comunidad y la más amada, era tratada como un regalo del Señor. Todas las monjas advirtieron que no era una niña ordinaria. Ella se encontraba inmensamente feliz con su nueva vida y quiso llevar la vida religiosa con todos los rigores, llegando a ser un ejemplo.
Cuando las hermanas recibían la Sagrada Eucaristía, Imelda se consumía de anhelo y nostalgia, entristecida sobremanera por ese único regalo del Señor que se le negaba. Alguna vez se le oyó decir: "Díganme, ¿puede alguien recibir a Jesús en su corazón y no morir de felicidad?"
Pero el Señor tenía un regalo especial para ella: un Milagro Eucarístico. Sucedió en la fiesta de la Ascensión de del Señor al cielo. Durante la Misa de la comunidad Imelda oró con gran fervor y, terminada la Misa, se quedó sola orando. No encontrándola, unas hermanas se volvieron para llamarla. Lo que vieron las dejó pasmadas. Había, sobre la cabeza de Imelda, una Hostia blanca y brillante suspendida en el aire. Corrieron las monjas a avisar al sacerdote, el cual tomó inmediatamente una patena para ir a recoger la Hostia, donde Imelda estaba arrodillada. La Hostia brillante, aún suspendida sobre la cabeza, descendió lentamente sobre la patena. El sacerdote consideró esto como una evidente señal divina de que a Imelda se le debía dar la Primera Comunión y se la dió. Imelda, al instante perdió el sentido, arrobada por un profundo éxtasis de amor del que nunca volvió. Su Primera Comunión fue también la última porque en éxtasis murió, el 12 de Mayo de 1333. Tenía 11 años.
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Restos incorruptos de la Beata Imelda en la Iglesia de San Segismundo |
Su historia es corta como su vida. Pero más completa que la de muchos que viven hasta los 100 años. Esta niña se llamaba Imelda Lambertini y fue beatificada por el Papa de la Eucaristía, San Pío X. Y desde entonces, en la iglesia de San Segismundo, en Bologna, ciudad de Italia, es venerado y admirado el cuerpo incorrupto de Imelda.
Que la beata Imelda, la "niña que murió de amor", aumente en nosotros la devoción a Jesús-Hostia.
"Yo Jesús, estoy Vivo y Presente en la Eucaristía, y así como yo morí por amor a ustedes,merezco que ustedes mueran de amor por Mi"